¿Vaporizar o fumar? Esa es la cuestión
Un purista del porro nos comparte la experiencia de sus primeros tres meses vaporizando
Aunque los cascos para ciclismo se inventaron desde 1975, los ciclistas profesionales no empezaron utilizarlos hasta casi 30 años después. Creo que algo parecido podría estar pasando con los vaporizadores y la escena de la marihuana: a pesar de que la ciencia ofrece desde hace años una manera más segura y eficaz de consumir cannabis, hay muchas personas que conocen y pueden comprar vaporizadores pero que eligen no hacerlo por razones casi románticas
Yo era uno de ellos : me rehusaba a comprar un vaporizador porque era un purista del porro. Era de los que creía que nada podría igualar la sensación de enrollar prender y disfrutar. Luego, un dolor comenzó a crecer en mi garganta y con cada porro que iba prendiendo el dolor iba creciendo.
Al punto de que me decidí a comprar mi propio vaporizador. Tres meses después, les comparto mis primeras impresiones acerca de la transición del porro al vaporizador
- Efecto retrasado
Quizá el principal reclamo de los marihuaneros vieja escuela que prueban el vaporizador por primera vez es que “esa vaina no se siente”. Y tienen razón: el vapor es mucho más ligero que el humo y por eso los pulmones—sobre todo los de los fumadores—ni siquiera lo detectan en ocasiones.
Eso no significa que no hagan efecto, lo que pasa es que el humo que sale de un porro es principalmente agua evaporada y materia vegetal quemada y otros subproductos, por eso una bocanada de humo tiene un efecto casi instantáneo.
Los vaporizadores, en cambio, no queman la materia vegetal sino que la calientan hasta el punto que el THC y los demás componentes activos del cannabis se evaporan y salen de la planta para entrar a nuestros pulmones, solitos.
Eso también se refleja en el efecto: los vaporizadores suelen producir una traba menos aturdidora, que sube lentamente y baja igual. El porro, al liberar un montón de humo y sub productos de la combustión produce un efecto más intenso que se siente de inmediato y baja de forma más brusca.
- Trabas personalizadas
Quizá la función más interesante de los vaporizadores es poder regular la temperatura. Esto es útil ya que los componentes de la planta se evaporan a distintas temperaturas: el THC, principal psicoactivo de la planta, se evapora a los 157 grados centígrados (315 Fahrenheit). Mientras que el CBD y el CBN, dos de sus componentes medicinales, no se evaporan hasta los 180 y 185 grados centígrados respectivamente.
Esto le permite a uno “personalizar” el efecto hasta cierto punto: por lo general vaporizar a temperaturas más baja ofrece un efecto muy psicoactivo y eufórico (como para una traba mañanera) , mientras que las temperaturas más altas dan un efecto más físico y enchonchador (como para descansar después de una sesión de ejercicio o pasar un domingo frente al televisor )
- Un descanso para la garganta (y para los vecinos)
La combustión no solo genera un efecto más aturdidor, sino que libera cantidades de químicos tóxicos e irritantes como el alquitrán (esa cosa negra que se pega a las pipas cuando uno las usa más de los que las limpia). Esa clase de químicos no solo se pegan a las pipas, también a nuestras gargantas.
Los vaporizadores, al no recurrir a la combustión le evitan a nuestras gargantas la exposición a estos sub productos nocivos. Y, al menos la mía la agradeció.
La que también está muy agradecida es mi vecina, ya que al no crear combustión los vaporizadores también evitan ese aroma “extraño” que la vecina sentía todas las mañanas en el pasillo del edificio.
- El porro nunca se irá
El día que destapé mi vaporizador una parte de mi estaba triste porque creía que me estaba despidiendo del porro. Pero no fue así: a pesar de todas las ventajas que ofrece un vaporizador hay un aspecto en el que jamás podrá igualar al porro: el ritual.
Sencillamente no hay nada como el placer de enrollar, prender y pasar. Para mí el vaporizador es la mejor manera de disfrutar los efectos de la hierba, pero el porro es la mejor manera de disfrutar la experiencia.
Mi vaporizador está sobre el escritorio y lo uso casi todos los días, pero siempre tengo un paquete de papers en el cajón porque no hay nada como compartir un porro con un amigo o soltar una bocanada grande de humo en el parque.